!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" "http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> Sesiones Dobles: octubre 2007



Ojo de buey. Bergman: La imagen que habla

miércoles, 31 de octubre de 2007
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Bergman está entre nuestros clásicos más recientes (ya a título póstumo), pero él mismo bebe con avidez de esos otros clásicos no tan recientes que, desde el teatro griego y para tejer el volumen vital de una trama, invocaban no al poder de la physis (la pura imagen) despojada del logos –recurso teatral preteatral y de raigambre dionisíaca-, sino a ese diálogo interior que todo ser humano mantiene consigo hasta que la muerte le cierra la boca.

En Bergman esa misma muerte nos calla y a su vez nos hace hablar (a modo de lamento indignado), como diría ese otro trágico llamado Miguel de Unamuno. La tragedia griega inventó la voz interior, la conciencia, el fluir de nuestro vivir a través de la mediación del lenguaje. Y esta tentativa metafísica es ya de por sí un intento fracasado de revivirnos sin el dolor que sentimos por ser mortales y con la ira ahogada de quien sabe que la muerte gana siempre (y no sólo al ajedrez, a todos los juegos), pese al intento eterno del héroe –griego o moderno- por engañarla a través del lenguaje, a través en definitiva del arte, de la belleza.

El arte, más concretamente su séptimo hijo (el cine), ha buscado anestesiar con la belleza esta determinación humana, invocando con ello una contingente eternidad disfrazada. El cine comercial ironizó ingenuamente con la posibilidad de servir de droga pueril al espectador adormilado por el sueño moderno de Peter Pan. Con el cine nunca moriremos, por lo menos durante el metraje de la película. Cine, palomitas y Coca-Cola servirán de fábrica de ilusiones efímeras que entronizan la pura imagen como ídolo opiáceo de las masas satisfechas occidentales. Bergman vivió en las antípodas del culto posmoderno a la imagen cinematográfica. Para él era casi una demanda ética desmitologizar al ser humano enfrentándole en seco con sus determinaciones. “Conócete a ti mismo”, reza el oráculo. Para ello invoca, como lo hicieron los dramaturgos griegos, al logos, la palabra sincera que nace de nosotros no para comunicarse con los otros, sino para ser salvados por ellos. En el cine esos otros son evocados a través de fantasmas pretéritos o situaciones límite que despiertan imágenes borrosas, olvidadas para engañarnos o no sufrir.

Decía Sartre que el ser humano es una ilusión imposible, y nada puede hacer por dejar de serlo. Sin este atributo esencial y existencial el arte, y con él el cine, no sería posible. Todo arte –el de Bergman de manera explícita, casi pornográfica- es metafísica, rebelión contra la contingencia de los cuerpos, que saben que aun viviendo, a cada aliento saben que ya están muertos. El cine según Bergman es una lucha trágica (perdida) contra nosotros mismos, una expresión de la incomodidad que se asienta en nuestra mente desde que nacemos.Woody Allen firmaría esta tesis, aunque con una metáfora más hilarante y hedonista. Por eso al cine debe incomodarle la realidad, resistirse a ella, y sólo apoyarse en ella como sustrato de la memoria, esa memoria personal, biográfica, que nos mantiene vivos, con una misión. El pasado, no como huella de lo que ya no es pero fue, sino como ruina que nuestra imaginación reconstruye como puede, es el material del que se vale Bergman para engañar a la muerte, o engañarse a sí mismo (para ser más justos). Sin esa estética (y ética, pero sin moralejas ni sotanas) misión de deconstruir nuestro pasado, la vida sería aciaga, un valle de lágrimas.

Aquí os dejo una escena que no tiene desperdicio. Woody Allen ha firmado en su carrera escenas similares, pero nunca con el tono desgarrado de su maestro. En manos de Allen la narración se hubiera diluido bajo un tono de humor consolador. Bajo la mirada de Bergman no caben redenciones posmodernas. Estamos obligados a mirarnos cara a cara. Por eso quizá la obra más bergmaniana de Allen sea si acaso Otra mujer.

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Ser o no ser. Entrevista con Bergman.

miércoles, 17 de octubre de 2007
Aquí os dejo un extracto de la entrevista que Juan Cruz le hizo a Ingmar Bergman en 1989 y que en Julio fue publicada en El Pais con motivo de su, a su vez, publicación en un libro. No tiene ningún desperdicicio, para ver la entrevista entera haced click aquí.

Recordad que el 31 de Octubre terminamos la fecha de visualización, para pasar a publicar los post sobre las pelis. Saludos a todos!

PREGUNTA: Es usted muy reacio a que le entrevisten?

RESPUESTA: Sí, es una cuestión de principios. Cuando trabajé haciendo películas tenía que hacer muchas entrevistas y me presionaban para que participara más pero ahora? Ahora quiero proteger mi privacidad y eso significa que se acabaron las entrevistas. Es muy difícil ver a alguien durante una hora. Te puedes encontrar con alguien que no te gusta y tienes que sentarte con ese alguien durante una hora. Lo que sale de allí son simples opiniones y malos entendidos. Si son míos, no hay problema pero si vienen de otra persona sí.

P:Lo que acaba de decir no solo es una declaración a los periodistas sino una llamada al silencio. Como espectador español, siempre tuve la sensación de que algún día usted iba a decir: "Ya no voy a hablar más".

R: Sí. Esto (la entrevista) es puro accidente. Ahora estoy alejado del mundo de las películas y soy un campesino. Solo quiero sentarme en mi mesa a escribir y leer.

R: Soy un niño. Ya lo dije una vez: toda mi vida creativa proviene de mi niñez. Y emocionalmente soy un crío. La razón por la que a la gente le gusta lo que hago o hacía es porque soy un niño y les hablo como un niño.

P: ¿Se siente usted conmovido al verse a sí mismo en esa postura? ¿Comparte usted sus emociones?

P: Su pregunta es muy ingeniosa e inteligente pero he de decirle que me gusta cuando la gente ve y lee algo que he hecho, siempre que se me escuche con el corazón y con las emociones. En teoría, no tiene mucho que ver con el intelecto. Todo lo que he hecho en mi vida ha sido emocional y lo emocional se lo he entregado a mis películas. Pueden crear emociones para la gente que las ve y recibe. Pero no son mis emociones. A veces, incluso pueden llegar a ser negativas. Lo que detesto es la indiferencia. Cuando conozco a alguien que es indiferente me hace sentirme muy infeliz.

P: Pero usted es un buen escritor.

R: Yo no me siento escritor. Para nada. Me siento un hombre de teatro, de películas. A pesar de haber escrito toda mi vida porque escribí todos mis guiones e incluso he escrito guiones para otros, el hacer películas y hacer teatro me resulta más preciso que escribir porque tiene que ver con mis emociones y yo al público no podría dárselas directamente.

Incluso cuando hablo mi propio idioma, siento que no puedo expresarme. Siempre es una tortura cuando escribo porque nunca encuentro las palabras adecuadas.

Me gustaría haber sido músico. Violinista o pianista. Porque ellos ven una nota y la pueden recrear. También hubiese querido ser director de orquesta. Miran la partitura y la pueden aprender de memoria y la pueden llevar consigo a todas partes. Puedes alcanzar cierta precisión.

P: ¿Disfrutó haciendo películas?

R:A veces era una obligación pero siempre ha sido una obsesión. En cierto modo, hacer películas es muy erótico. No sé muy bien por qué. No porque te acuestes con las actrices, tiene que ver con otra cosa. Creo que es porque hay un entendimiento emocional al completo. Estamos rodeados de personas que están vinculadas a nosotros. El operador de cámara, el director, los actores? El operador de cámara por ejemplo, tenía una forma de agarrarse a la cámara que parecía que estaba abrazando a una mujer. No soy yo, en esos momentos, no era yo. Yo era ellos y estaban dentro de mí. Hacer películas es como un tener un romance.

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